Busca tu poema

domingo, 21 de abril de 2024

Médium

Caí suspendido consciente

de mi vértigo

Enmendar el pecado

claudicar, castigo, por Dios. 


Tus manos acuencadas

sujetan mi cabeza.

¿Qué hay debajo?

¿Qué hay bajo mi barbilla?

Ajusto mis pupilas; te apunto.


No me queda cuerpo -me dices-

¿Y qué me queda?

diálogo 

No. Silencio

                       y miedo.

¿Qué hay bajo mi barbilla?

¿Dónde caen mis lágrimas?


Sobre mí, pero no las noto

¿Están frías? perdona

no hay más que el calor

de mis manos

No las veo

¿Tú notas las mías?

Solo en el calor de tus manos

pero no las veo

¿Dónde estás?


Silencio

                y miedo.

Crecerá de aquí un girasol

de entre tus manos

de tus dedos.

Apriétame los ojos.


Bésame los ojos

no me queda cuerpo

sus raíces lo formarán

crecerán bajo mis lágrimas

¿Dónde estás?


No me sueltes

Háblame

ajusto mis pupilas: no atino.

¡Retuérceme el cuello!

No. Silencio

                       y miedo.


No me sueltes

caerá mi cabeza suspendida

se hundirá, mis lágrimas

muérdeme la barba y

déjala colgando. ¿Dónde estas?


No te vayas, no estoy, ¿me ves? no te vayas, no me queda cuerpo no estoy. Pero te quiero, y yo, pero no me quedan manos pero sí calor, no estoy silencio y miedo. y amor. se me cae la cabeza ¿dónde? ¿y qué me queda? monólogo ¿y el calor? no lo gastes ¿y el girasol? lo necesita.


Te quiero

¿me ves?

no me queda cuerpo

No estoy

no te vayas

martes, 10 de agosto de 2021

El sueño de un santo

Entre los dedos de mis pies espuma 

de olas desgarradas, barrancos y alcohol

del matojo cuervos escupen agujas 

y entrelazan las uñas ante el monzón 


Entre los dedos de los pies acero 

la piel del vagón: cardos, óxido y gritos 

y de los grandes charcos surge el cuero

sobre ellos más retículas de mosquitos


Es negro el borde del mar

bulle pieles muertas y regurgita 

del barro sobresalen cadáveres al andar 

como nenúfares de flores marchitas 


Mi padre tiene dedos y tiene pies 

entre ellos un arma blanca 

suena un piano al anochecer 

y estira sus finas patas de araña 


Cielo cubierto de sombras doradas 

un cubo proyecta: el pez se come al pez 

el cuerpo de un niño flota en la playa 

y el sueño de un santo gira en carrusel

miércoles, 12 de agosto de 2020

El declive

Te has mentido tanto
que has dejado de confiar en  ti
y por ello dudas de tu consciencia,
de tu despertar entre dos espacios ondeantes
en los que nada es tangible y nada
es sincero.

Quizá sea el espectáculo del que
como espectador expectante
crees que creas creyendo así
como Quijote en la editorial.

Padeces de aquello que parece,
intentas sostenerlo y, una vez verso en mano,
no ves la verdad 
escondida tras una densa cortina de humo emergente
de tu propio tabaco.

Eres el monje frente al acantilado,
ves el mar en calma, la sublimidad
del porvenir y su tempestad,
deshaciéndote el bazo para observarlo arder.

No quisiera causar la lluvia silente
por moverme entre las sombras
pero afirmo haberte visto girar 
desvaneciéndote de grano en grano, 
siendo arena fina.

Entre las realidades existe el vacío
del que cuelgas tus pies para balancearte
el precio, sin embargo, son tus oídos,
tus ojos y tus labios. 

Deberías dejarte caer,
o asumir la razón de Meursault:
"Alors, je n'ai rien vu.
C'était la peine qui m'empechaît de voir.
Et même, je me suis évanoui."




miércoles, 8 de abril de 2020

#1 Cuarentena 2020


Los amantes espacio y tiempo se han separado y ahora el uno consume al otro hasta una locura asfixiante. Me he quedado sin relojes en mi habitación, cayeron de las paredes cuando comenzaron a comprimirse y ahora doy los mismos pasos circulares sobre cristales rotos. Desayuno, comida y cena, si te permiten utilizarlos como aguja. 

Siento que me evaporo y me invade la angustia de saber que necesito el oxígeno que ocupo, mas no temo desvanecerme pues ha desaparecido el mundo al otro lado de la ventana y, por lo tanto, ya no tengo ventana. Por otro lado, los sentidos también se quedaron en la acera de enfrente y ahora solo puedo sentir mis recuerdos también encerrados bajo llave y sin luz. 

Desconozco la fecha exacta, y las voces del piso de arriba -periódicamente-, han olvidado el lenguaje y se limitan a repetir el chirrido incesable de cada salón. La consciencia y la cordura caen desplomadas de las terrazas. Hace un mes desde la articulación de mi última palabra, tampoco sé si no se me habrán caído los labios y el pelo; por ello decido escribir. Les pido que distingan la diferencia del acto individual.

Logan Tamayo Gómez 07/04/20

domingo, 29 de marzo de 2020

Canción a Miguel

Una luz intermitente nos persigue

por todos lados

se ha pegado a las sombras y ahora

nuestros talones no siguen un compás.

 

Camino vacilando de

destello en

               destello y

esquivando             los huecos,

como marinero pegado a un faro

de niebla hasta el cuello y

de niebla industrial.

 

Para desayunar tontean con el sueño

lorazepam bajo las lenguas.

Peones en vagón, la Renfe rodea

y tambalea para marear al pueblo.

 

Desde pequeñas rejas asomamos

todas las narices que vayan cabiendo.

Así desafiamos al cuchillo

que sigue

sigue volando y sigue hiriendo.

 

Una luz intermitente nos atrapa

preparando tras las mentes dos cañones

una guitarra flamenca sobre el mapa

y un séquito de banderas en balcones.

Un rasgueo a contratiempo

con la voz desafinada.

Se nos olvida el sabor de un beso

mirando por la ventana.

 

Tengo las uñas marchitas

de rascarle al barro.

Algo os digo que os irrita

puede que suene amargo

pero no es propio de un poeta

ignorar si el pueblo grita.

jueves, 2 de enero de 2020

Spleen

Lo único que escucho cuando me balanceo
de un lado al otro
arrastrándome al caminar
son mis pequeños trozos agrietados
chocando unos con otros como
un viejo bolsillo descosido
repleto de cobre.

He dejado de poseer mirada alguna pues
la noche engulle mis párpados
y el color del corazón se refleja
en un pantano fétido
sobre el blanco de mis pómulos.

Contra mi garganta impactan,
desde el estómago en contrapicado
ácidas incisiones envueltas en mugre
que giran en un eterno caos e
infectan desde el bazo
hasta la punta de la lengua.

Corrosivo sulfato de cobre
se derrama sobre mis pulmones
de aluminio
y sus pequeños trozos oxidados
caen aliñando el cóctel sangriento
que permanece en mi estómago
y deja mis dientes mugrientos.

Mi columna no es más que un hilo
sobre el que se tiende mi cabeza colgante
constantemente estimulada por gritos
agónicos, de mal aliento
que la mantienen despierta.
Ya no soporta el peso de la oscuridad
aplastante
que bulle sobre mis hombros.

Una mano negra baila entre mis costillas
destrozándolo todo a su paso.
Amartilla una a una las más de mil astillas
de lija ardiente que sostiene mi pecho
para dibujar con coágulos el esperpento
cóncavo de mis pensamientos.

Así me impregno del perfume del muerto
que relleno de sangre, sudor y bilis
abre su boca y desprende el espeso negro
de la putrefacción.

Estoy muerto en vida
y deseo estarlo bajo tierra.

domingo, 27 de octubre de 2019

Y ahora escupo sangre

“En aquel momento el chirrido de las notas disonantes se hacía cada vez más fuerte y las temblorosas paredes del templo se alejaban unas de otras. Y el templo y los niños se hundían, y a continuación se hundía la tierra, y se hundía el sol, y se hundía con toda su inmensidad el cosmos entero."

 

-Jean Paul Richter

 

 

Regurgitaré la cruda sangre color angustia

 

del no poder verte ni tocarte.

 

Me arrastraré agonizante

 

rogándole al Diablo una muerte

 

que acabe con esta peste

 

putrefactiva y roedora las entrañas.

 

 

Reconozco este dolor de vastas raíces

 

emergentes de la ausencia

 

de una Midons que disiente

 

ante el juglar de su ventana.

 

 

Yo, romántico empedernido

 

me retuerzo entre la oscuridad,

 

el dolor y el sufrimiento

 

de la vida del poeta.

 

Siendo esta aquella que he elegido.

 

 

Soy el cementerio de Jean Paul Richter

 

revolviendo sus tierras diluidas

 

entre piel y sangre de muertos

 

gritando con nada más que agonía

 

al ver que no tiene razón de ser

 

contemplando su orfandad

 

y sus muertes en vano.

 

 

Pues igualmente huérfano

 

no más vivo que aquellos que gritan

 

permanezco expectante

 

ante una imagen vacía que

 

siempre fue rostro de cuencas negras

 

interminables.

 

 

Hoy tu olor se desvanece entre Ducados

 

que deshacen el mar negro de Friedrich.

 

Y distante el monje que observa

 

rellena una copa de alcohol etílico

 

que escuece.

 

 

Muero bajo el dolor y espera del trovador

 

al que la voluntad y corazón

 

abandonan

 

para quedarse contigo y dedicarte

 

aquello que del cuerpo escapa.

 

 

Mi pluma, clavada en el pecho, tiembla

 

hundida en la negra tinta espesa

 

que me cubre los pulmones.

 

 

Me he estirado en el asfalto mojado

 

brillante y plateado a borbotones

 

de una calle hedionda de ratas y autobuses

 

desde el momento del estallido.

 

 

Y así, bajo el templo,

 

Brotaron tus lágrimas que

 

borraron los poemas que

 

blindaron el arma sobre mi nuca.

 

 

Y ahora escupo sangre.

 

 

 
 - Segundo movimiento; lo de fuera.

viernes, 16 de agosto de 2019

Jack’s broken heart

El beige es 
un color fácil de combinar;

El cinturón que une
la luz deshidratada de los autobuses,
el lento giro de los microondas y
los pantalones de un conjunto perfecto 
para el sueño americano.

Siento el beige en los ojos del extranjero de Camus 
viendo rotar los ventiladores de su propio juicio, 
y en la roña de las paredes de 
un apartamento sin colchón. 

Mientras marco estos versos saboreo
 un beige acaramelado 
al mirar mi viejo corcho torcido 
mal sujetado a la pared. 

Muy fácil de combinar con el gotelé de 
una España sobre bastón y alpargatas.
Un símil al desierto sin dunas ni grano y a
mi mirada cansada sobre un charco 
de sudor amarillento en el parquet.

La cerveza color sepia sabe mejor, 
como las medias sonrisas bajo lágrimas o
las medias sin carrera.
Eso creo, al menos, mientras cambio 
de canal 
en canal
en canal
en canal.

El beige de un lomo ahumado 
sobre la sartén 
rebosante de aceite.

En canal
En canal
En canal
En canal
En canal.
Suena el timbre del horno.

Veo catálogos de Ikea, 
sobre mesitas con música de ascensor
que casi no me dejan oír
el aceite ardiente de la cocina.

Camino sobre baldosas grasientas de 
un reflejo beige y
papel reciclado de libros a medias
que debo devolver.

Tu pelo 
de vez en cuando se vuelve beige.
Depende del filtro de Instagram 
y del odio con el que lo mire.
No te queda nada 
bien con el rojo de la lengua. 
Y mira que es fácil de combinar.

Te escribí como gitana 
bajo las luces del tren y 
el calor de julio. 
Pero la fricción del metal en las vías 
suelta un chirrido irritante que 
me deja sabor de un beige de porcelana 
difícil de masticar.

Hay un bochorno anaranjado 
entrando por mi ventana, cariño. 
Y prefiero pegarle fuego a mi cocina
antes de vivir una vida de un solo color.